miércoles, 26 de abril de 2017

Mi reacción al video de Yibriam Saab

Publiqué esto en Facebook pero decidí hacerlo también por acá;



Me pongo en los zapatos de este chamo y enfrentar a su papá de una manera tan ruda pero obviamente necesaria, debe ser lo más difícil del mundo: ganarte a un país por perder quién sabe cuánto de tu papá. Alguien que amas ciego y, aunque no coincidas con él, ha hecho todo por tu bienestar y el de tus hermanos. Incluso dejando a un lado su posición política, es tácito que es 'palo' de papá, y que crió a un hombre lleno de ética, pese a él la tenga o no. Eso es lo más agridulce de la historia: saber que tu papá, aunque a tus ojos es bueno, hace cosas muy malas.

Me es inevitable pensar en ti, Lucia Rodriguez. Pensar en que, lo traumatizante de tu posición, no lo entenderemos ninguno de los que no la sufre. Compartí varios años de mi bachillerato con Lucia, fui a su casa y de más. Terminamos la amistad porque yo insulté a su papá por Twitter durante una época de protestas, ahí Lucia me borró de todos lados y la entiendo.

Con toda la seguridad del mundo puedo afirmar que Lucia era (y me imagino aún es) brillante. Recuerdo que comentaban que su papá les hacía leer cierto mínimo de libros en un tiempo estimado a ella, Matías y Juan Pedro. Recuerdo lo mucho que hablaba Lucia de amor, paz y respeto. Lucia sabía de historia universal y de Venezuela cual enciclopedia. Lucia no paraba de recibir insultos y mantenerse callada y respetuosa. Dificulto que Lucia algún día haya sentido odio. Lucia compartía todo: te regalaba lo que te provocara y lo que no, también te lo ofrecía. Lucia era muy generosa y buena persona. Lucia escribía muy bien y era una persona súper calmada. Lucia solía ir en contra de muchos comunes y prototipos. A Lucia siempre la fastidiábamos por 'hipster' y por 'escuchar música rara'. Lucia era feminista. Lucia hacia cosas que "no eran de niñas". Lucia, a mis ojos, era irreverente y fuerte. Lucia es hija de Jorge Rodríguez.

Lucia, aunque nunca me lo afirmó pero no lo dudo, vive en el silencio del miedo. Lu, y me permito decirte así porque fuimos muy cercanas. ¿Qué opinas de este video? ¿Qué opinas, sin llevarlo a inclinaciones políticas, de que se mueran venezolanos? ¿Qué opinas de que mientras hay ranchos, el último piso de tu casa sea un jacuzzi? ¿Qué se siente que mientras muchas barrigas suenan en Venezuela, tú tengas una casa a las orillas de la playa en Australia? ¿Cuántos dólares que le negaron a niños con cáncer, costó tu universidad? ¿Dónde está tu amor a la vida y tu 'hippiesmo' hipócrita? Quizás ni leas esto o quizás lo leas entre lágrimas o risas, no sé. Solo sé que si alguien puede entender cómo te sientes, es Yibram Saab. Si alguien pudo sentir miedo, deshonra y amor por la misma persona al mismo tiempo, además de él, eres tú.

Aunque te he insultado y a tu papá, en esta oportunidad solo pido que gente como tú sean tan valientes como Yibram. Recuerda que, antes de ser fieles como hijos, novios, amigos o primos, debemos ser fieles a nuestras creencias y principios. Tú sabes que está mal y que no secundas lo que tu papá predica. Tú sabes que estás cansada de tener miedo de que un opositor te vea en el exterior. Tú sabes que te quedaste con ganas de comerte esa arepa en la arepera que no te aceptaron por ser hija de Jorge. Tú sabes que has llorado esto callada. Tú sabes que tu casa tenía guardias a más de diez cuadras, porque era una mansión en medio de la devastada Florida. Tú sabes que aunque no sea tu culpa, la conciencia te retumba. Tú sabes que es difícil pero posible. Tú sabes que tu paz mental vale más que una mala cara de Jorge, quien te ama con locura.

Y a ti, Lucia; que te encantaban las citas, te dejo una de León Tolstoi:

"Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable"

Un abrazo.

Eugenia Siso Iribarren
C.I. 23.708.567
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domingo, 12 de febrero de 2017

12 de febrero de 2014.

Hace tres años que comenzaron las protestas que serían el supuesto final. Fui de las que protestó todos los días, salíamos de Altamira aniquilados, y ya cuando estábamos por las Mercedes, restaurantes y centros comerciales como si nada. Fueron meses en los que arriesgué mi vida día tras día, mientras muchos aprovechaban el día libre para ir al cine o a comer. 

Hoy recuerdo esos días y se me cruza la rabia con la nostalgia, y la alegría de haber ayudado todo lo que pude. Me llena recordar como, a pesar de la indiferencia que veía, veía tanto amor. 
Las señoras que bajaban comida. 
Abuelitas que te regalaban un rosario o una estampita.
Abrazos con llanto de mamás que no conocíamos, llamándonos "héroes". 
Los vecinos gritando cuando llegaba la guardia. 
Todas las familias que nos abrieron las puertas, porque la velocidad de las motos fue mucho mayor que la de nuestros pies. 
Los mil y un grupos que tuve en WhatsApp, en los que conocí gente estupenda que daba todo por Venezuela. 
Las máscaras de gas caseras. 
Las bombas molotov. 
La búsqueda de gaveras vacías y clavos. 
Amarrar cuerdas de acera a acera para que las motos tardaran en alcanzarnos.
El bendito Malox. 
Ver cómo los trabajadores del Metro nos cerraban las puertas y seguir corriendo, rogando que la siguiente estación aún tuviese acceso. 
Los raspones en las rodillas y los blue jeanes rotos. 
Las conversaciones con la Gurdia Nacional. 
El llanto de una Guardia al preguntarle si era feliz con lo que hacía. 
Las mil llamadas preguntándome si estaba bien, y las otras mil regañándome por seguir protestando. 
Los escritos de ánimo y agradecimiento que recibía de personas que ni conocía. 
Todos los "las mujeres van pa'trás, ¿qué haces aquí, chama?".
Los "Eugenia, saliste en televisión"
Los escuderos. 
Los pañitos con vinagre. 
Las manos sucias. 
Ayudar a desconocidos a conseguir a alguien, rogando que no se lo hubiese llevado una moto.
Revisar la lista de los detenidos y rogar que no fuese otro de nuestros amigos.
El sonido de las motos. 
El sonido de las bombas.

Llegar a mi casa y llorar porque sentía que a nadie le importaba además de a nosotros, llorar indignada por la indiferencia y por sentir que mi ayuda no era suficiente. 
Llorar porque cada vez éramos menos, porque cada vez nos quedábamos más solos. Cada vez cubríamos menos calles, cada vez las listas de detenidos eran más largas, y cada vez habían más motos y menos Malox. 

Sentíamos que teníamos a Venezuela montada en la espalda y los que estaban de nuestro lado, no hacían más que vernos cargarla. Arriesgábamos nuestra vida mientras otros estaban contentos por sus días libres. Y aunque es un cliché, corroboré entonces, que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. 

Entre las cosas que recuerdo indignada, salen a flote muchísimas más que recuerdo con una sonrisa. Las personas que me ayudaban sin esperar nada, que aún recuerdo agradecida, son las que me hacen creer que en Venezuela aun quizás haya un chance, por más negro que se vea el camino. Personas que sin saber nada de mí, más que quería un mejor país, decidieron que yo me merecía lo mejor de ellos. Ser venezolanos y luchar por lo que queríamos, era razón suficiente para ayudarnos y protegernos como hermanos. 

El día de al juventud para mí no significaba nada hasta hace tres años. Hoy está lleno de recuerdos duros, pero lindos. Feliz día.