lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Quién se llevó la luz?

Quiero luz. Quiero conocer esa luz que cuentan los abuelos que tenía Venezuela. Quiero saber porqué no puedo disfrutar de esa luz, o al menos de una que se le asemeje. Quiero que mi país no se apague. Quiero que los que buscan luz no tengan que dejar el país para así encontrarla. Quiero querer luz y creer que la puedo conseguir aquí. Quiero venezolanos que regresen por luz. Quiero extranjeros que quieran conocer nuestra luz. Quiero yo misma conocer esa luz. Quiero que Venezuela se alumbre, se ilumine. Quiero creer que el que no tenga luz no la buscará con robos y asesinatos. Quiero igualdad de luz. Quiero creer que podremos volver a tener luz después de tantos años en los que han estado quitándonos la poca luz que nos queda. Quiero que la luz sea igual desde el bombillito más pequeño de un cerro al centro comercial más grande y lujoso. Quiero creer que mis hijos van a tener luz si crecen aquí.
 
Quiero ir a un supermercado y conseguir toda la luz que quiero, que los colegios y escuelas públicas tengan la misma cantidad y calidad de luz, que maestros, policías y bomberos ganen tanto como lo vale la luz que proporcionan. Quiero luz sincera y sencilla, quiero esa pequeña luz que cubre desde el darle paso a otro en un semáforo o desear los 'buenos días' al llegar a un lugar, hasta el aceptar una derrota de millones de personas, dejar el egoísmo y darnos cuenta cuando erramos. Aceptar que quizás sin querer apagamos la luz, pero no sólo aceptarlo, arrepentirnos y proponernos el volver a encenderla.
Quiero creer que toda esta situación de mi país es sólo un apagón, que pronto volverá la luz para todos, quiero que mi color de camisa no defina cuanta luz merezco. Quiero ver a Venezuela y saber que ésta es la luz en la que quiero crecer, casarme, ver a mis hijos crecer y que se llenen de luz, de esa luz que sé que merecemos y podríamos tener, pero que tras individualismos y polarizaciones nos han querido quitar a los que hemos notado que se fue la luz. Quiero morir en mi país y saber que tuve toda la luz que pude, que quise y que merezco, tanto yo como cada uno de los que aún creemos que hay chances de luz y que haremos todo por encenderla de nuevo.

 
Venezuela, te quiero libre, bella y llena de luz.

martes, 8 de enero de 2013

Viaje de un silencio.

Al principio era sólo una puntadita en la boca del estómago, comenzó pareciendo ser algo pasajero, pasaron los días y la puntada no parecía tener planes de dejar su cuerpo, no empeoraba pero se mantenía. Se mudo a su cuerpo un tiempo… después de meses parecía haber desaparecido por completo, pero luego comenzó un peso en la espalda, un dolor fuerte que empeoraba de a ratos, bastaba con pensar en él para que el dolor se duplicara, cuanto antes debía conseguir una solución a él, cualquier cosa que significara no hablar de ello.

Pasaron semanas, incluso meses y el dolor se mantenía, producía insomnio y un sin fin de pensamientos, de vez en cuando lágrimas, comenzaba a ser desesperante, el dolor era oportuno, disminuía y aumentaba de momentos, este dolor comenzó a viajar por todo su cuerpo. Sentía caminar el dolor por su cerebro, era pequeño como hormigas danzando pero pesado y molesto como una manada de elefantes, de allí caminó por su garganta raspándole y torturándole cada vez más, trataba de escapar por sus labios pero logró evitarlo antes de ser demasiado tarde, se negaba a hablar a toda costa, el dolor podría comerse sus entrañas pero no hablaría.

De vez en cuando se recostaba en sus párpados mientras estos bailaban húmedos, bajaba por todo su rostro y volvía a entrar por su cuello hasta la garganta, persistente e insistente se mantenía allí, de nuevo con dirección a su boca, se enredaba en su lengua pero lo frenaban sus dientes. Bajaba a sus rodillas de golpe y las hacía temblar, a tal punto que el mismísimo dolor se veía atado a viajar a sus pies generando un cansancio indescriptible.

En su trayecto generaba nervios en sus manos haciéndolas temblar y sudar, poco a poco se tornaba más y más intenso, cada vez menos tolerable, parecía ser una competencia insaciable entre el hablar y el tragar grueso y permitir que el dolor siguiera de paseo en su cuerpo. Trataba de hacerse fuerte pero le era imposible, intentaba no pensar en él pero allí estaba, viajado instantáneamente a su oído buscando su atención, el dolor seguía su trayecto a sus hombros bajándolos, bajando también su ánimo y sus ganas de seguir soportando tal tortura.

Justo después de hacer de las suyas en los hombros se introducía en sus pulmones dificultando su respiración, cada porción de oxígeno venía atada a una pequeña presión de este dolor viajero, que parecía ya estar por culminar y por llegar a su destino final.

Y así era. De no ser suficiente travesía, para culminar el recorrido se atascaba en su corazón, no permitía que este bombeara la sangre sin llevar un poco de dolor en cada gota, sumándosele arrepentimiento, incertidumbre y dudas , esta parecía ser la parada favorita del dolor, se mantenía y mantiene allí desde ya hace un tiempo, parece no querer irse y creo este cuerpo insignificante no hacer nada para que eso pase, ¿quién creería que unas palabras que se dejaron de decir causarían tanto agobio?